jueves, 30 de abril de 2020

Heráclito: biografía, filosofía y aportes



Heráclito de Éfeso (535 a 475 a.C.) fue un filósofo presocrático cuyos aportes a la filosofía y la ciencia representaron un importante precedente que daría origen al pensamiento filosófico más importante de la Grecia Antigua: el socrático. 

Era un hombre de formación autodidacta, por lo que no se le cuenta dentro de ninguna escuela o corriente del pensamiento filosófico o protofilosófico de la época. Nativo de la ciudad de Éfeso, fue considerado como uno de los pioneros en explorar el inconsciente humano en relación con la naturaleza.



Sus principales postulados se centraron en el movimiento y el cambio constante de todos los elementos y fenómenos presentes, así como en la dualidad y el enfrentamiento de lo opuesto como parte de un equilibrio universal.

Al igual que la Escuela de Milesia, con Tales, Anaximandro y Anaxímenes, Heráclito también definió un elemento primordial y originario para lo material y existente: el fuego, considerado también parte del alma humana.


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Biografía

Heráclito nació en en el año 535 antes de Cristo en Éfeso, una colonia de Grecia ubicada en donde actualmente se encuentra Turquía.

A pesar de que no se conoce mucha información sobre este filósofo griego, existen registros históricos que indican que Heráclito formó parte de una familia de nobles que era privilegiada y que pertenecía a la aristocracia de la época.

De hecho, en su familia era de carácter hereditario la asignación del cargo de sacerdote; reflejo de que eran pudientes y acomodados.

A pesar del protagonismo que tenía la familia de Heráclito, este filósofo se caracterizó desde temprana edad por ser introvertido y sin ningún gusto por la vida pública.
Carácter fuerte

Se dice que Heráclito iba en contra tanto de los tiranos que tuvieron el control de Éfeso en tiempos pasados, como de los nuevos representantes vinculados con la democracia que comenzaban a tener preponderancia en la época.

Esta poca simpatía por ambos enfoques le hizo merecedor de fuertes críticas, razón por la cual pasó buena parte de su vida aislado de los demás, dedicado a comprender el porqué de las cosas.

Según los registros hallados, puede decirse que Heráclito tenía un carácter fuerte; diversas fuentes indican que solía ser estricto, poco paciente y sarcástico. Además, algunos historiadores afirman que expresaba cierto desprecio por los ciudadanos comunes, lo que puede haber sido como consecuencia de su origen aristocrático.

Estas características de su personalidad también influyeron en que prefiriera aislarse ante las críticas que recibió durante su vida y evitar vincularse con aspectos relacionados con las artes y la religión.
Expulsión de Hermodoro

Otro evento que se dice pudo haber reafirmado su desprecio por sus semejantes en Éfeso y su decisión de aislarse de la sociedad fue que su amigo Hermodoro, también filósofo y natural de Grecia, fue desterrado de esa ciudad, lo que provocó en Heráclito mucha ira y disconformidad.

Para estudiar a fondo el pensamiento y para crear lo que más tarde serían las teorías de Heráclito, se fue a vivir a las montañas, en donde se encontraba casi totalmente aislado de la sociedad.

Se cree que Heráclito murió en un año alrededor del 470 antes de Cristo. Buena parte de su filosofía ha trascendido a los tiempos actuales gracias a las referencias hechas por el escritor Diógenes Laercio, nacido en Grecia.
Filosofía (pensamiento)

Sobre el pensamiento de Heráclito, hay enfoques que indican que no escribió ningún libro como tal, sino que todas las enseñanzas que impartió eran de carácter oral.

Con base en este escenario, se cree que fueron sus discípulos quienes llevaron a las letras las palabras de Heráclito. Este hecho hace que sea muy difícil confirmar su autoría sobre algunas frases y sentencias.

Sin embargo, existen registros que indican que parte de su pensamiento iba en contra del sistema —hasta entonces considerado como el natural— conformado y liderado por la aristocracia, y a favor las leyes creadas e instauradas por medio del Estado, ente representativo.

En general, puede decirse que la filosofía de Heráclito se basa en tres conceptos: theós, lógos y pỳr. El primer término hace referencia a aquello que es divino.


Por su parte, el lógos tiene relación con lo que Heráclito llamó “devenir” del universo, así como todo aquello que forma parte del discurso filosófico con relación a la razón y al pensamiento.

El último es el elemento más importante de la filosofía de Heráclito, pỳr , que corresponde al fuego creador de todo lo que existe. Este término es la interpretación de Heráclito del concepto de arjé.
Búsqueda de lo opuesto

Heráclito estableció que el mundo estaba en cambio constante y perenne, y que en medio de este proceso de transformación cada elemento se convierte en su ente contrario.

Además, el hecho del constante cambio y, por ende, la renovación periódica, implica que no se pueden experimentar los mismos escenarios varias veces. Es decir, jamás será posible que un lugar siga siendo el mismo, porque de forma constante las cosas propias de ese lugar están transformándose.

En cuanto al ser humano, Heráclito estipuló que el hombre está en constante lucha dados estos cambios y transformaciones que todo el tiempo están generándose.

Como consecuencia de esta alternancia perenne entre caracteres opuestos, el concepto de cualidad asociado a una característica humana se vuelve algo relativo.

Al mismo tiempo, en medio de esta lucha el ser humano tiene el escenario perfecto para descubrir su propia identidad, dado que va transformándose una y otra vez en cosas opuestas.

Según Heráclito, este proceso tiene importancia en cuanto a que constituye el motor a través del cual el mundo y las cosas evolucionan y se transforman. Esta visión era considerada contraria a lo que se daba por hecho en aquella época.
Concepto de Arjé

Como se mencionó anteriormente, uno de los puntos más relevantes de la filosofía de Heráclito es que llegó a considerar al fuego como el elemento principal y esencial de todas las cosas.

El arjé, también conocido como arché o arqué, es el concepto que se tenía en épocas de la antigua Grecia para referirse al inicio del universo conocido; se trataba de la explicación dada sobre el origen de todas las cosas.

Heráclito consideraba que todos los cambios que se generan en la naturaleza tenían como elemento desencadenante al fuego.

Según Heráclito, todas las cosas que existen nacen a través del fuego, siguiendo el orden fuego, aire, agua y tierra. Asímismo, indicaba que las cosas perecían de igual forma, pero en un sentido inverso; es decir: tierra, agua, aire y fuego.

En definitiva, para Heráclito el fuego era el comienzo y el fin de todas las cosas que formaban parte de la naturaleza, incluso era considerado también el origen del alma. Según este filósofo, dicho fuego nace como consecuencia de una necesidad determinada.
Obras

Según los registros obtenidos, Heráclito escribió una sola obra llamada De la naturaleza. Vale acotar que ese mismo título solían tener las obras que versaban sobre temas filosóficos en la Antigua Grecia.


Como se mencionó anteriormente, no hay seguridad en cuanto a si el libro de Heráclito realmente fue concebido por él como tal o si se trató de una recopilación que posteriormente hicieron sus discípulos, compilación que incluyó las nociones y descripciones de Heráclito sobre diversos temas.

En cualquier caso, Diógenes Laercio fue el escritor griego que atribuyó el libro De la naturaleza a Heráclito. Este libro se divide en tres capítulos: el primero de estos habla sobre la cosmología, el segundo se enfoca en el ámbito político, y el tercer capítulo se refiere al tema teológico.
Uso de aforismos

La estructura de su única obra está conformada por más de cien sentencias, sin conexión directa entre sí. Heráclito se caracterizó por utilizar los aforismos como forma de expresar su pensamiento.

Los aforismos son aquellas sentencias que tienen como característica ser tajantes y cortas, y que se utilizan para describir conceptos que se consideran verdades en un ámbito específico.

Se dice que el hecho de que utilizara aforismos para dar a conocer sus ideas va en consonancia con las características que se han podido conocer de este personaje, pues Heráclito se caracterizaba por ser un tanto enigmático, así como introspectivo y muy severo.

Todas estas peculiaridades le hicieron ganar el sobrenombre de “el oscuro”, y tienen coherencia con el sentido de los fragmentos suyos que se han encontrado.

Frases más destacadas

Tal como se explicó antes, la obra de Heráclito está conformada por frases y sentencias concretas. A continuación mencionaremos algunas de las más emblemáticas:

-Ninguna cosa resiste excepto el cambio.

-Cada día el sol es un elemento nuevo.

-No es posible pisar el mismo río dos veces, porque no es el mismo río y tampoco es el mismo hombre.

-Dios es invierno y verano, saciedad y hambre, guerra y paz, día y noche.

-Todo cambia; por ende, nada es.

-A los que entren a un mismo río, son distintas las aguas que les cubrirán.

-Al no tener esperanzas es posible encontrar lo inesperado.

-Las leyes del hombre se alimentan de la ley divina.

-Dios ve todo bueno y justo; son los hombres quienes han creado lo justo y lo injusto.

-Quienes buscan oro cavan bastante y no encuentran nada.

-La enfermedad hace que sea más agradable la salud; e hambre convierte en más agradable a la saciedad; y la fatiga hace que sea más agradable el reposo.

-El origen y el final se confunden en un círculo.

-El alma que es seca es la más sabia y, por ende, la mejor.

-Es de personas sabias hacer caso no a mí, sino al logos (la palabra), y así comprender que todas y cada una de las cosas en realidad son una.
Aportes principales
El fuego como elemento primordial

Así como los filósofos de la Escuela de Milesia desarrollaron en sus obras la existencia de un elemento natural que sirve como esencia y origen de todo lo existente, Heráclito continuó esta línea de pensamiento y le atribuyó esta cualidad al fuego.

Heráclito abordó el fuego como un elemento central que nunca se extinguía, cuyos movimientos naturales le permitían una existencia no estática, y que iba en compás con el resto de la movilidad natural del Universo.

El fuego no estaría presente solo en la tierra, sino también sería parte del alma humana.
La movilidad del Universo existente

Para Heráclito, todos los fenómenos de la naturaleza eran parte de un estado de movimiento y cambio constante. Nada es inerte, ni se mantiene inerte ni dura eternamente. Es el movimiento y la capacidad de cambio lo que permite el equilibrio universal.

Se le atribuye a Heráclito algunas frases metafóricas celebres que exponen este pensamiento: “Nadie se baña dos veces en el mismo río”. De esta forma, el filósofo logra exponer el carácter cambiante no solo de la naturaleza, sino también del hombre.

De la misma forma, Heráclito expuso una vez “Todo fluye”, brindando al universo una cierta arbitrariedad en cuanto a sus acciones, pero nunca una naturaleza estática.
Dualidad y oposición

Heráclito consideraba que los fenómenos cambiantes de la naturaleza y del hombre eran el resultado de contradicciones y oposiciones en la realidad. Su pensamiento desarrollaba que no era posible experimentar un estado si no se conocía o se había experimentado previamente su contraparte.

Todo está compuesto por su opuesto, y en algún momento pasa de uno a otro. Para desarrollar este punto, Heráclito manejaba la metáfora de un camino que sube y otro que baja, que al final no son sino el mismo camino. 

La vida da paso a la muerte, la salud a la enfermedad; un hombre no puede saber qué es estar sano si nunca ha estado enfermo.

El principio de la causalidad

Durante su vida, Heráclito desarrolló en su pensamiento la búsqueda de la causalidad; ¿Cuál es la causa de todo fenómeno o acción física o natural? El filósofo expuso que todo lo que acontece tiene una causa, y que nada puede ser la causa de sí mismo.

Si se continúa explorando de manera retrospectiva, en algún momento se llegara a una causa inicial, a la que Heráclito nombraba como Dios. Bajo este fundamento teológico, Heráclito también justificaba el orden natural de las cosas.
Logos

En su obra Heráclito desarrolló su percepción sobre el Logos. La palabra, la reflexión, la razón. Estos eran los atributos que Heráclito imprimía al Logos cuando pedía que no solo se escuchara la palabra que el profesaba, sino el Logos. 

Consideraba que el Logos estaba presente, pero podía hacerse incomprensible para los hombres.

Heráclito invitaba al razonamiento como parte de ese esquema universal que determinaba que, aunque todo fluía, también seguía un orden cósmico determinado, y el Logos formaba parte de ese camino a recorrer. 

El Logos, entonces, facilitaba las relaciones entre los elementos naturales, el bienestar del alma, la naturaleza de lo divino, etc.
Primeras concepciones de Estado

En su obra, Heráclito comenzó a esbozar lo que sería un Estado ideal o funcional. Sin embargo, para entonces, las condiciones sociales eran todavía muy precarias, dificultando el proceso de clasificación en una sociedad.

Para aquel momento en Grecia, era mínimo el número de personas que eran considerados ciudadanos, y quedaban excluidos niños, mujeres y esclavos. Se dice que Heráclito provenía de un entorno aristocrático, lo que le brindaba cierto sesgo social a la hora de desarrollar estos conceptos. 

Sin embargo, no profundizó mucho y, en cambio, expuso concepciones particulares frente a la guerra y al poder de un hombre sobre otro.
Concepción sobre la guerra y el autoconocimiento

Heráclito consideraba, filosófica y políticamente, la guerra como un fenómeno necesario para dar continuidad al orden cósmico natural, mediante la cual se evidenciaban otros conceptos planteados por él, como la dualidad y la oposición.

El choque de posiciones contrarias que no hacen sino dar paso a un nuevo estado o acontecer, permitía también determinar la posición de cada hombre en este nuevo orden y por lo tanto, arrojar una nueva perspectiva sobre el poder y la estructura que se comenzaba a tejer debajo de este. 

Este tipo de conflicto permitía al hombre conocerse y saber si poseía los atributos de un ser superior, o aquellos que lo condenarían a la bajeza (como en el caso de los esclavos).

A partir de esto, Heráclito comenzó a desarrollar los primeros ideales éticos del hombre, como conductas necesarias para la continuidad de la vida individual y en sociedad, que luego serían tomados y expandidos por una gran cantidad de filósofos posteriores, brindando a la ética su propio campo de estudio y reflexión.

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