El estoicismo como una propuesta alternativa para la
contemporaneidad
Jaime
Alberto Restrepo Rozo
Resumen: En el presente ensayo se
hace una meditación sobre la
viabilidad que tiene - para efectos de reconsiderar la contemporaneidad- una
doctrina como la estoica, teniendo en cuenta la distancia histórica que
separa el desarrollo de dicha teoría con nuestro tiempo. Para cumplir
con lo anterior, hemos considerado algunos aspectos que permitan estimar las causas por las que
puede ser empleada para dicho propósito, entre las que destacamos: un
acercamiento a la vida de uno de los autores más emblemáticos de la escuela
estoica, como lo es Lucio Anneo Séneca, el sentido del estoicismo como forma de
vida y como doctrina filosófica, a la vez que damos un ligero repaso a la obra
de Séneca, para finalmente, concluir destacando algunos criterios comunes entre
los intereses estoicos y los de nuestro tiempo.
Palabras clave: Séneca.
Estoicismo. Filosofía
Introducción
Para iniciar esta meditación me
pondré en la tarea de ilustrar con un poco más de precisión lo que se entiende como
contemporaneidad, a fin de que cada uno de los elementos aquí señalados
sean comprendidos por quien se aproxime de forma espontánea a lo que en él me
propongo señalar. Contemporaneidad
se le denomina al periodo entre los primeros años del siglo XX hasta nuestros
días. La causa de tal denominación se debe a que dicho tiempo es el heredero natural de los
cambios de orden filosófico, político y tecnológico introducidos por la
modernidad ilustrada que se inicia en el siglo XVI con el movimiento
renacentista, y alcanza su clímax en la ilustración -con las corrientes
independentistas que lograron la emancipación política de los países de
occidente en el siglo XVIII, a la vez que dieron origen a la revolución industrial- que traería
consigo la implementación del dominante sistema de mercado que transformó el
modelo de producción e intercambio. Los cambios introducidos por la
revolución industrial aportaron el campo de cultivo a lo que será la segunda
parte del modelo de mercado, el que se caracteriza, no ya por la
industrialización de los modos de producción, sino por la indagación científica y la
revolución tecnológica, que busca hacer más ágiles, eficientes y económicas las
prácticas productivas, dando origen a nuevos y más avanzados productos,
derivados de la investigación exhaustiva y detallada en los laboratorios de las
compañías que buscan
expandirse y conquistar nuevos mercados. En éste panorama de búsqueda
frenética por controlar mercados, de crear productos, de investigar nuevas
fórmulas, que caracterizó los primeros años del siglo XX y que se puede
evidenciar en todo el mundo occidental.
La sociedad de nuestro tiempo cayó en un olvido casi
hipnótico del hombre y de sus necesidades; se desentendió del hombre como ser
que piensa y siente -lo que denominarán los Nihilistas “el olvido del
ser”. Dicho olvido será,
según algunos analistas, una de las causas que posteriormente fundamentará la
crisis de la ya mencionada contemporaneidad, de la cual podemos destacar
aspectos tan concretos como la manipulación genética con fines comerciales, la
creación de armas de destrucción masiva de tipo biológico y químico, la
sobrestimación del modelo económico -de lo cual se derivan condiciones como el
incremento de la pobreza-, la aparición del tráfico de armas, drogas y
personas, por solo mencionar algunas. Además de las anteriores, no sobra
recordar situaciones tan críticas como han sido la aparición de las hambrunas
en el África, y el desempleo en América Latina, este último causante de un
fenómeno más como es la migración. En fin, que son muchos los ejemplos que ponen de
manifiesto la crítica situación social que atraviesa nuestro tiempo a pesar de
ser la era de la tecnología y los avances científicos. Dichas condiciones se
convirtieron en el terreno abonado para que las sociedades desesperadas al
patentar los niveles tan complejos de deterioro buscaran nuevas alternativas
espirituales que les condujeran por el camino del encuentro con un YO
trascendental, desapegado de los principios del mercado y que les encaminara
por la ruta de una experiencia mística, dando origen a la muy mentada “Nueva
Era” la cual abrió espacio a toda clase de tradiciones religiosas o semireligiosas
procedentes de todos los lugares de la geografía mundial con la oferta de ser
un nuevo camino hacia el encuentro con el YO trascendente y desprendido.
El auge de la ya citada “Nueva Era” se dio sobre todo
en la década de los noventa cuando por todos los medios de comunicación se
adelantaban programas que difundían todo tipo de prácticas místicas o
esotéricas con la afirmación de que en ellas se hallaba el camino a una vida
mejor soportada en un conocimiento espiritual. Pero este esquema ha perdido
fuerza paulatinamente durante el nuevo siglo, probablemente debido a que sus
postulados se agotan en una oferta trascendental que no tiene ningún argumento
racional que lo soporte, o también por carecer de una base teórica que permita
que aquellos que se inician en ellas puedan seguir profundizando en el estudio
de una doctrina lógica, clara y precisa
que argumente de forma coherente todos los postulados difundidos por estas
corrientes. Sea cual sea la causa, lo cierto es que en nuestro tiempo la
sociedad sigue buscando una alternativa que le permita reconducir su interés de
lo simplemente económico a una estancia espiritual capaz de fundamentar su
sentido humano. En otros casos, hay algunos para quienes lo espiritual no ha
sido la preocupación, sino que su mayor impulso se refiere a encontrar una
estrategia que le permita un mayor dominio de sus emociones y de brindarle la
fuerza suficiente para enfrentar el medio complejo y competitivo que ofrece el
modelo de mercado sin alterar su estado anímico. En esta búsqueda constante en
la que se encuentra nuestra sociedad, se ha venido retomando y rescatando
algunas de las corrientes clásicas de la filosofía que de una u otra manera
pregonaban una serie de enunciados de tipo espiritual o que se dirigían a
fundamentar el modo de conducta ideal que cada hombre debería seguir con el fin
de alcanzar el mayor y más ansiado bien: “la Felicidad”.
Dentro de estas corrientes
Clásicas que regresan al panorama de nuestro tiempo se encuentra el Estoicismo,
una escuela filosófica “fundada en Grecia por Zenón de Citio, Cleantes y Crisipo
hacia el Siglo III a.c y de la cual
será su máximo representante un pensador español, procedente de Córdoba,
llamado Lucio Anneo Séneca, quien ha sido señalado en nuestro tiempo como uno
de los escritores y filósofos más importantes de la antigüedad.
El retorno del Estoicismo a
nuestro tiempo se da fundamentalmente de la mano de una figura destacada dentro
del panorama filosófico contemporáneo como lo es el filósofo francés Michel Foucault, quien en sus
últimos años se dedicó a la lectura de la obra de Séneca en la cual buscó un
refugio emocional que le ayudara a prepararse a la muerte después de que fuera
diagnosticado VIH positivo. Desde entonces es cada vez mayor el número de
pensadores que buscan indagar por el sentido que tiene la obra de Séneca,
después de casi 2.000 años de historia, dentro de una sociedad tan compleja
como la actual.
Por lo tanto y, sentados los
antecedentes que motivan e impulsan esta disertación, nos dedicaremos ahora a
presentar algunos de los elementos estoicos planteados por Séneca en sus obras,
a la vez que mostraremos apartes de los comentarios y apreciaciones que sobre
la obra de tan prolífero autor han hecho pensadores como el ya citado Michel
Foucault, el también francés
Paul Veyne, y la filósofa
española Maria Zambrano entre otros.
Séneca: su vida y su
muerte.
Cuento de tragedia.
Son muchos los escritores,
artistas, científicos, políticos, filósofos, etc, que en el transcurso de la
historia han dejado una huella indeleble, que han marcado modos de pensar, fijado
estilos literarios, dieron vida a personajes memorables, forma a edificios
gloriosos, conducido revoluciones y luchado campañas, en fin, que por una u
otra causa se labraron un lugar en la memoria de la humanidad. Se puede decir
que Séneca por su historia personal se ha ganado un sitial de honor dentro de
este grupo de figuras que hemos mencionado. Tal lugar se le debe, no solo a su
talento como escritor, ni a su habilidad como político, estadista y empresario,
o a su maravilloso ingenio como filósofo: le corresponde por derecho propio, porque
es uno de los pocos personajes históricos cuya vida y muerte bien pueden emular
una de las más emocionantes tragedias clásicas, ya que su forma de vivir y su
muerte están llenas de hechos que probablemente no se pueden señalar en otra
figura de forma tan dramática como en él.
Nació en Córdoba, España, en el
año 3 d.c, una región que para entonces era una retirada provincia del
dominante imperio romano. Su padre Marco Anneo Séneca, era rector de una
escuela de declamación, cargo muy reconocido para el momento; de él aprendería
las primeras lecciones. Era el segundo de tres hermanos y desde muy pequeño se
mostró sumamente sensible y proclive a las artes literarias y a la filosofía.
De constitución delgada y fisonomía endeble, desde temprana edad fue víctima de
toda clase de enfermedades que le acompañaron el resto de su vida como es el
caso de una afección respiratoria (asma). A pesar de su condición delicada de
salud, su talento motivó a su padre a enviarlo a Roma a casa de sus tíos, para
que allí se formara en la carrera del foro (política) para lo cual se desempeñó
en labores regulares, acción que era tenida por los romanos como de esclavo
(empleado con un salario); así adelantó sus primeros años en la capital del imperio
hasta que progresivamente pudo acceder al senado donde en sus primeros años y
bajo el reinado de Calígula se destacó como gran orador, lo que inspiró la ira
del Emperador, quien en alguna oportunidad y a causa de sus celos planeó darle
muerte, de lo cual desistió persuadido por una de sus concubinas quien le
disuadió diciéndole “que la tisis que le aquejaba se encargaría pronto de
quitarlo de en medio”. Librado del acoso de Calígula, se retiró de la escena
política para dedicarse a la filosofía, conociendo entonces el estoicismo el
cual en adelante marcaría su modelo de vida y nunca abandonará, “renuncia a la
buena mesa, a los vinos y a los perfumes y durante un año no se alimentará más
que de vegetales”.
Su adopción del estoicismo lo
conduce a instalar una academia para el estudio y la enseñanza de la filosofía.
En este modo de vida se mostrará contrariado por su conducta regular de hombre
público y reconocido, de estrecha amistad con quienes detentan el poder. Era
dueño de las más grandiosas fincas de todas las provincias italianas, con unas
actitudes paradojales encarnaba fielmente a un estoico austero y desprendido,
en tanto que como empresario era talentoso y próspero, motivo por el cual fue
siempre objeto de numerosas críticas y comentarios, pese a ello jamás dejó de
reconocer su flaquezas y defectos, lo cual se refleja de forma nítida en la
epístola XVII donde dice: “No digo estas cosas por mí, pues yo me encuentro en
un profundo lugar de vicios, sino por aquel que tiene algo que hacer. Hablas de
una manera y vives de otra”
De tal modo procede que se
reintegra al senado bajo el reinado de Claudio, pero éste al igual que su
predecesor lo hará presa de sus intrigas y habiéndose desvelado una
conspiración en la que Séneca se veía implicado, determinó desterrarlo a la
isla de Córcega durante siete años (la pena de destierro era para el periodo
Greco Romano el peor castigo que se podía imponer a un ciudadano libre); esta
condena no se cumplió de forma plena ya que Agripina, la esposa y sobrina de
Claudio, intercede ante éste por el filósofo y lo hace traer de regreso a la
capital para confiarle la educación de su hijo Nerón, quien fuera adoptado por
Claudio y designado como heredero al trono por disposición del propio
emperador.
Nerón, se educará bajo la tutela
de Séneca, quien se esmera en hacer de él un príncipe prudente, sabio y
clemente, muestra de ello es un texto que le escribe expresamente a él titulado
“de Clementia” (sobre la clemencia) en el que le indica cuál ha de ser la forma
en que debe de proceder un buen príncipe como gobernante. Su pupilo accederá al
trono a la edad de trece años, razón por lo cual le es pedido a Séneca que
junto con Burro asuman la regencia del imperio hasta la mayoría de edad del
emperador, a este período que duró cinco años se le conoce como “los años del
esplendor Neroniano”, las crónicas lo relatan como el tiempo de mayor
prosperidad del imperio y de plena estabilidad política.
Una vez Nerón toma el poder, el
filósofo retornará a sus actividades comerciales entre las que se destacaba su
ejercicio como banquero amasando una fortuna calculada en aproximadamente
“sesenta y dos millones de denarios”, lo que lo convertía en el hombre más rico
del imperio para su época. Reconocido como amigo del emperador, en un tiempo donde
dicha condición era un título que generaba un vínculo estrecho con el palacio
imperial, Séneca se da cuenta del peligro que corre al ver la suerte que corren
los amigos de Nerón, que una vez en el trono ha dado rienda suelta a su
crueldad, de la cual no se salva ni siquiera su madre que muere asesinada por
orden expresa del Emperador. Dicha actitud, provoca la gran decepción del
filósofo (que se refleja de forma tácita en las epístolas morales) y le motiva
a retirarse a su casa de campo, lejos de las intrigas palaciegas, para
dedicarse a la meditación filosófica.
A este periodo corresponde la
composición del epistolario entre un joven “neófito” Lucilio y Séneca, al que
una vez recopilado, se le dará el nombre de “Epístolas Morales” y será
reconocido como su obra cumbre.
De la suerte de los amigos del
emperador no logra escaparse, y luego de ser involucrado por acusaciones
clandestinas de participar en la llamada “conspiración de Pisón”, Séneca es
obligado a causarse la muerte cortándose las venas.
La muerte
Este episodio de la vida de
Séneca bien merece un capítulo literario, pues es casi imposible hallar una
historia que iguale la tragedia de este suceso de la vida de nuestro autor.
Luego de ser sentenciado a cortarse las venas, Séneca procede a dar
cumplimiento a la sentencia, en compañía de su esposa Paulina, quien determina
darse muerte con su esposo, de tal manera proceden a abrirse las arterias para
de este modo desangrarse. Séneca, que por su vejez y mal estado de salud no
contaba con buena circulación, vio tardarse demasiado este proceso, por lo cual
pidió le fueran abiertas también las arterias de los muslos y las pantorrillas,
y para que su esposa no fuera testigo de semejante suceso, les ordenó a sus
secretarios le cambiaran de habitación. Nerón, quien sentía un profundo temor
de que la muerte de Paulina inspirara mayor odio entre el pueblo, al señalarle
culpable de tal acto de crueldad, ordenó le fuera impedido a ella seguir con el
desangre, en tanto que Séneca quien contemplaba tardía la muerte, se vio
obligado a pedirle a Estacio Anneo -a quien reconocía por su experiencia como
médico- le proveyera un veneno que agilizara la muerte. Le fue entregada la
porción y la bebió, pero no causó efecto, ya que su cuerpo medicado por sus
problemas respiratorios de toda la vida no respondió a la acción del veneno.
Acto seguido “se metió en un baño caliente, salpicando a los esclavos más
cercanos, lo que hizo decir que aquella fue una libación que ofrecía a Júpiter
liberador. Se hizo llevar después a una estufa de vapor (sauna) que acabó por
asfixiarlo. Su cadáver fue quemado sin ninguna ceremonia, como lo había
ordenado en cláusula expresa de su testamento en un
tiempo en que ya rico e influyente había dispuesto sus últimas voluntades”
De esta manera, halló la muerte
una de las figuras más prolíferas de la literatura, la política y la filosofía
romana, en un episodio extenso en el cual se pueden destacar sin lugar a dudas
que es “el único hombre en la historia que es obligado a suicidarse, y que dicho
suicidio tenga que estar compuesto por tres métodos distintos, haciendo del
mismo una escena digna de las tragedias clásicas griegas”.
El estoicismo como
forma de vida.
Lo característico de las escuelas
filosóficas morales, “como fueron llamadas las corrientes filosóficas del
periodo romano”, es que más
que simples escuelas de pensamiento eran un modo de vida, el cual debía adoptar
todo aquel que se inscribiera en ellas. Como queda manifiesto en las siguientes
citas: “Apruebo y me regocijo porque estudias con tenacidad y, dejando de lado
todo, procuras una cosa solamente: hacerte mejor cada día; y no tan sólo te
exhorto a que perseveres, sino que también te lo ruego” “Tú, medita y pon en
práctica los principios que siempre te he aconsejado, teniendo presente que son
elementos indispensables de una vida feliz” Esto con el fin de
garantizar que todos sus integrantes alcanzaran el propósito por el cual se
afiliaban a las mismas, además de ser una forma de distinguirse de las otras
escuelas, y no solo de las otras escuelas sino lo que era aún más importante:
de aquellos reprochables que llevaban vidas degeneradas o licenciosas como los
amigos de los emperadores, tal y como lo reflejan algunos relatos históricos en
los que se narra de forma gráfica y detallada, las clases de excesos que éstos
protagonizaban en las fiestas y actividades palaciegas, muchas de las cuales
son señaladas como grandes orgías o banquetes interminables, donde los
comensales comían hasta saciarse, luego de lo cual se provocaban el vómito, y de
esa forma hacían posible el seguir comiendo; actos que eran reprobados y
sumamente criticados por los filósofos de las escuelas morales.
Conductas como las anteriormente
citadas influyeron en el surgimiento de estas corrientes que en su mayoría
invitaban a llevar vidas austeras y alejadas de los excesos. “Detenéos con
recelo y con temor ante todo bien fortuito… Cualquiera de vosotros que quiera
vivir una vida tranquila, evite todo lo más que pueda esos beneficios untados
de indelicadez; y con ellos también nos engañamos en esto: creemos que los
tenemos, quedamos adheridos y esclavos de ello”.
En esta vida sin excesos los
filósofos trataban de iniciar un camino a lo denominaron como “el cuidado de sí” o “la práctica
de sí”, como lo ilustrará Foucault en sus conferencias en el Collage de
France, durante los años 1981 y 1982, las cuales fueron posteriormente
recuperadas y publicadas bajo el título: “la Hermenéutica del Sujeto”, en las que señala: “En la
práctica de sí cuyo desarrollo constatamos durante el periodo Helenístico,
romano, al contrario, hay un aspecto formativo, que está esencialmente ligado a
la preparación del individuo. Pero no una preparación para tal o cual forma de profesión
o actividad social”. Ésta “práctica de sí” consiste fundamentalmente en buscar
de forma permanente la manera de moderar la conducta, de desprenderse de las
cosas y por consiguiente conformarse con aquello que es estrictamente necesario
para la vida, no significando esto, que sea una actitud conformista; es sobre
todo un modo de percibir el mundo, a fin de que el hombre desapegado de todo
aquello que no es primordial se concentre en alcanzar lo que es en propiedad la
felicidad plena, que no depende de la tenencia de nada, sino de mi voluntad
para alcanzar la tranquilidad de ánimo, de esa forma lo demuestra la siguiente
expresión de Séneca en las Epístolas Morales: “Trata más bien de conseguir en
torno tuyo algún bien que ha de quedarse; mas no existe ninguno sino el que el
alma encuentra en sí misma. Solamente la virtud proporciona un gozo perpetuo,
seguro; incluso, si algún impedimento surge, pasa a modo de nubes que son
llevadas por debajo y nunca vencen al día”.
Dejando con la anterior cita
manifiesto que, para el estoico no es posible la tranquilidad sino a través de
un ánimo sereno, y que éste solo se puede obtener cuando se desprende de las
cosas que no son necesarias y que nos esclavizan en poseerlas, dejando bien
señalada la ruta a tomar por aquel que esté dispuesto a hallar el mayor de los
bienes, señalado desde el comienzo “La Felicidad”.
El estoicismo como
propuesta filosófica
Ya considerada la condición del estoicismo
como modo de vida, nos detendremos a plantear su condición como propuesta
filosófica, teniendo presente que sus principios han trascendido la historia a
través de la concepción y adopción de varios filósofos, entre los cuales
podemos destacar figuras como Baruk
de Espinoza, y el ya mencionado Michel Foucault. Estos autores se aproximaron a la teoría estoica, a fin de beber de
ella, como de una fuente todos sus contenidos, ricos en categorías y sumamente
valiosos en postulados que, como señalábamos en el numeral anterior, están
presentados con el propósito de hacerse más que una mera filosofía, para
convertirse en un modo de vida. Entre las categorías o premisas
estimadas por el estoicismo podemos destacar un gran número, ya que se dispuso
a plantear conceptos sobre varios aspectos, pero para efectos prácticos me
cifraré en dos fundamentalmente:
1. La
sabiduría.
2. 2.
La virtud.
Planteados estos temas en la obra
estoica, es preciso entenderlos como los ejes transversales de todo el
escenario de dicha escuela. Se hacen transversales en la medida que a cada
momento la invitación de los diferentes autores miembros de esta corriente, es considerar la importancia que
tiene para el hombre comprender el sentido de la sabiduría y de la virtud,
como la forma en que éstas pueden ser puestas en práctica para efectos de
buscar la vida feliz, tal y como lo afirma Séneca en varios apartes de su
texto: “Así, el sabio es
maestro en el arte de dominar los males: el dolor, la pobreza, la infamia, la
cárcel, el destierro, temibles en cualquier situación, cuando han llegado a su
presencia, quedan mitigados”. Y al referirse a la virtud en la epístola
85 para refutar a Epicuro cuando éste cuestiona que la Felicidad pueda
proporcionar la felicidad dice: “Por otra parte es absurdo decir que el hombre
será feliz aún con sólo la virtud, pero que no será plenamente feliz. ¿Cómo
pueda esto suceder? No lo comprendo. Porque la vida feliz encierra en sí un
bien perfecto, insuperable; y, si lo posee tal, es perfectamente feliz”. A lo
anterior, que refleja fielmente su criterio respecto a la virtud, sumará un
comentario adicional en la epístola 92, que tiene como propósito demostrar la
plenitud que dispone al hombre el regirse por la virtud: “La virtud no se
acrecienta, luego tampoco la vida feliz, que procede de la virtud. En efecto la
virtud es un bien tan grande que no es sensible a esas pequeñas incidencias
como son la brevedad de la vida, el dolor y la diversidad de molestias
corporales”. En estas expresiones tanto, como en el resto de su obra Séneca
dará claros visos, de plantear una filosofía de argumentos sólidos, pero de
fácil acceso y comprensión, orientados a moderar la conducta, a hacerse
práctica, a conducir al hombre en el camino de la virtud para alcanzar la
felicidad como estado absoluto, que a diferencia de Aristóteles no tolera
justos medios, ni siquiera los concibe. De este modo el estoicismo establece
nuevos derroteros para orientar la conducta humana, teniendo como inspiración
“la búsqueda de la tranquilidad del alma”
La obra de Séneca
Al plantear un estudio de la obra
de Séneca, y no solo un estudio rápido o somero sino la estimación de la misma
como un modelo propuesto digno de ser considerado por las categorías que en él
se plantean, creo que es conveniente presentar algunos de los elementos que me
motivan a proponer dicha exégesis y que, de paso sea dicho, han movido nuestra investigación en este autor,
quien a pesar de la diferencia histórica que lo separa de nuestro tiempo,
plantea una serie de elementos que, aún hoy, cuentan con inmensa validez para
efectos de entender la composición de la sociedad y el papel que cada sujeto
debe jugar en ella, además de las conductas que debe observar cada sujeto a fin
de moderar su proceder y encaminarse a la sabiduría que le lleve a la
felicidad.
De la obra de Séneca, se puede
decir que está compuesta fundamentalmente de tres momentos dispuestos de la
siguiente forma:
un primer momento,
en el que se dispone a reescribir varias de las tragedias clásicas griegas -
Edipo rey, la Medea, entre otros-, de este periodo podemos destacar que se
derivará la gran fama y reconocimiento que, como poeta y literato, ganaría no
solo entre sus contemporáneos, sino a través de la historia que le sigue
reconociendo dicho talento apoyado en estas producciones.
El segundo periodo de
su obra, se caracteriza por estar dedicado a lo que se titularon
“los diálogos”, acerca de los cuales Paul Veyne se referirá en su texto Séneca
y el estoicismo afirmando: “Unos diálogos que no son verdadero diálogos y que
se podrían titular “conversaciones sobre…”.
Estos están dedicados a seguir varios temas y su estructura tal y como
lo señala Veyne, está a modo de conversaciones donde el autor desarrolla
diversos temas, como las célebres Consolaciones a Polibio y Marcia, entre
otras.
El tercer y último
momento, será el de las Cartas a Lucilio, que es señalada por los
diferentes intérpretes como su obra cumbre, tanto por la variedad de temas que
en ella aborda, y el modo en que los desarrolla, como por ser la obra de su
vejez, en la cual recogió todas las meditaciones de su edad madura y de sus
experiencias tanto como político, como literato y empresario. De ellas, hará
Veyne igualmente un comentario en el que expresa: “Las célebres Cartas a
Lucilio, son la obra maestra de los últimos tres dramáticos años de su vida. Si
se nos autoriza a hacer una sugerencia, ésta será, por varias razones, comenzar
la lectura por estas cartas”.
Las obras de Séneca, cuentan con
una característica que en la cita anterior, Paul Veyne presenta como uno de los
elementos más significativos, y es la forma clara, y sencilla en que él
escribe, haciendo muy fácil su lectura y comprensión, cualidad que es poco
común en los textos filosóficos, y que, dicho sea de paso, es una de las
razones por la cual considero posible que una persona que no sea filósofa, se
pueda acercar a ella e iniciarse en la comprensión de algunos aspectos de esta
disciplina, alcanzando una ruta segura y coherente para emprender dicho
cometido. Al anterior comentario sumaré la afirmación de Paul Veyne, en la
introducción a su texto en la cual afirma: “Pese a su claridad, Séneca debe ser
tomado en serio como filósofo; ha pasado la época en que se le consideraba como
un literato con un barniz de filósofo, cuyo estudio se dejaba a los
especialistas en letras latinas. La claridad de su superficie deja percibir
fundamentos conceptuales muy firmes, que son los del estoicismo griego en su
versión auténtica. Séneca no fue un decadente, ni un vulgarizador, que se
dirigiera al pretendido «espíritu práctico» de los romanos”.
El estoicismo en la
contemporaneidad
Una vez presentados los elementos que considero
necesarios para dar a conocer la doctrina propuesta, me dispondré a plantear
los argumentos por los cuales sustento, la validez de la adopción de una teoría
como la estoica, para la recomprensión de la contemporaneidad. Iniciaremos por
señalar, que dada la dificultad del hombre de hoy por comprender el sentido de
lo humano, de lo bueno, de lo justo, como categorías universales y positivas,
es sumamente valioso apoyarse para efectos de establecer uno parámetros más
objetivos y precisos de una propuesta que parte no de un criterio metafísico
-en el que el hombre pierde relevancia en la tarea de asumir responsabilidades
con su entorno y ésta se le delega a un dios omnipotente (que todo lo puede) y
omnipresente (que está en todo lugar)- que tiene la tarea de garantizar el
perfecto estado de todas las cosas, de las cuales, el hombre se beneficia pero
de las que no es responsable. El estoicismo es en sí un modo sencillo de
pensar el hombre, de entenderlo con relación a su contexto, dentro del cual se
admite la importancia de vivir de acuerdo a la naturaleza, es decir desarrollar
la vida desprendido de las cosas que no son necesarias y que terminan por
esclavizar al hombre, facilitando de ese modo la construcción de una sociedad
menos violenta, toda vez que la violencia tiene su punto de origen en la
desigualdad y la falta de posibilidades de unos en relación con otros, de lo
cual el estoicismo ya ha hecho una precisa meditación, dejando como resultado
la comprensión de que para vivir bien basta con lo mínimo. “No sabes qué
quieres; alabas el bien más que lo que practicas; ves en dónde reside la
felicidad, pero no te atreves a llegar a ella. Más te diré qué es lo que te
impide, porque tú mismo meditas poco. Crees que estos bienes que has de
abandonar son grandes; y cuando te prometiste para ti aquella seguridad a la
que tenías que pasar, te retiene el esplendor de esta vida de la que tienes que
apartarte, como si hubieras de ir a caer en cosas horrendas y tinieblas”. Es
además el estoicismo una respuesta alternativa para la construcción de una
propuesta de valores humanos, para una sociedad laical que se ha distanciado
cada vez más del modelo religioso que fijaba las conductas por medio de normas
morales de obligatorio cumplimiento, y de carácter universal, en tanto que
desde la postura estoica no es admisible un modelo de valores, sino surgen de
la conciencia del hombre, es decir: es cada sujeto quien a partir de su
comprensión del sentido de lo humano asume el reconocimiento de la dignidad del
otro como una extensión de la dignidad propia, sin que le sea impuesta o sin
que se determine una obligatoriedad en su observancia. Cabe destacar también la
vida despreocupada y tranquila que el hombre estoico está invitado a llevar,
toda vez que da todo aquello que lo entorna como natural, sin que le confunda
la alteración de aquellas condiciones que no dependen de él, tales como la
salud, o la muerte, sobre las cuales se afirma: “El mayor defecto de nuestra
vida radica en que ella siempre está inacabada, que un día y otro reservamos
alguna cosa para el futuro.
Aquel que todos los días sabe dar
la última mano a su vida no siente la necesidad del tiempo, pues de esta
necesidad surge el temor y el ansia del futuro que consume al espíritu. Nada
más deplorable que la duda sobre cómo acabará cuanto nos sucede: nuestro
espíritu, preocupado por saber cuán larga o cómo será la vida que nos resta, se
atormenta con un terror inexplicable” De este modo nos muestra Séneca la forma
en que se debe entender la muerte: como un fenómeno cotidiano, y por lo mismo
dejar a un lado el temor que ésta nos produce.
Por último, resaltaremos que
siendo común el interés que impulsa el obrar del hombre de hoy y al de la Roma
antigua, que no es otro que alcanzar la felicidad, es válido poner a
consideración del sujeto contemporáneo, una de las propuestas que a aquellos
les sirvió como estrategia para conducirse a la misma, sin poner para ello en
riesgo la tranquilidad del alma. Las anteriores, entre muchas más, que si las
cifro todas no terminaría haciéndose un artículo sino todo un libro, son
razones que puedo argüir y que me impulsan a considerar la viabilidad que tiene
para efectos de volver a comprender en la contemporaneidad, una doctrina tan
absolutamente sencilla, objetiva, práctica y coherente como lo es el
estoicismo, el cual hemos abordado de la mano de una figura tan extraordinaria
y elocuente como lo es Séneca. Referencias 1. VEYNE, Paul. Séneca y el
estoicismo.
México : Fondo de Cultura
Económica, 1995. p. 48. 2. SÉNECA, Lucio Anneo. Prologo. En : ________.
Epístolas Morales. Barcelona : Editorial Juventud, 2000. P. 10. 3. SÉNECA,
Lucio Anneo. Carta XVII En : ________. Epístolas Morales. Barcelona : Editorial
Juventud, 2000. p. 11. 4. VEYNE, Paul. Séneca y el estoicismo. México : Fondo
de Cultura Económica,1995. p. 183 5. SENECA, Lucio Anneo. Carta V. En :
________. Epístolas Morales. Barcelona : Editorial Juventud, 2000. 6. EPICURO.
Carta a Meneceo, D.L.X. En : ________. Sobre la felicidad. Bogotá : Editorial
Norma, 1999, p. 122. 7. SÉNECA, Lucio Anneo. Carta VIII. En : ________.
Epístolas Morales. Barcelona : Editorial Juventud, 2000. 8. FOUCAUL, Michel. La
hermenéutica del sujeto. México : Fondo de cultura económico, 2002, p. 104. 9.
SÉNECA, Lucio Anneo. Carta XXVII. En : ________. Epístolas Morales. Barcelona :
Editorial Juventud, 2000. 10. SÉNECA, Lucio Anneo. Carta LXXXV, Párrafo 41. En
: ________. Epístolas Morales. Barcelona : Editorial Juventud, 2000. 11.
SÉNECA, Lucio Anneo. Carta LXXXV, Párrafo 19. En : ________. Epístolas Morales.
Barcelona : Editorial Juventud, 2000. 12. SÉNECA, Lucio Anneo. Epístola 92
párrafo 24. En : ________. Epístolas Morales. Barcelona : Editorial Juventud,
2000. 13. VEYNE, Paul. Séneca y el estoicismo. México : Fondo de cultura
económico, 1995. p. 12. 14. SÉNECA, Lucio Anneo. Carta XXI, Párrafo 1. En :
________. Epístolas Morales. Barcelona : Editorial Juventud, 2000. 15. SÉNECA,
Lucio Anneo. Epístola CI, Párrafo 8. En: ________. Epístolas Morales. Barcelona
: Editorial Juventud, 2000.
No hay comentarios:
Publicar un comentario