jueves, 28 de octubre de 2021

El estoicismo como una propuesta alternativa para la contemporaneidad

 

El estoicismo como una propuesta alternativa para la contemporaneidad

Jaime Alberto Restrepo Rozo

Resumen: En el presente ensayo se hace una meditación sobre la viabilidad que tiene - para efectos de reconsiderar la contemporaneidad- una doctrina como la estoica, teniendo en cuenta la distancia histórica que separa el desarrollo de dicha teoría con nuestro tiempo. Para cumplir con lo anterior, hemos considerado algunos aspectos que permitan estimar las causas por las que puede ser empleada para dicho propósito, entre las que destacamos: un acercamiento a la vida de uno de los autores más emblemáticos de la escuela estoica, como lo es Lucio Anneo Séneca, el sentido del estoicismo como forma de vida y como doctrina filosófica, a la vez que damos un ligero repaso a la obra de Séneca, para finalmente, concluir destacando algunos criterios comunes entre los intereses estoicos y los de nuestro tiempo.

Palabras clave: Séneca. Estoicismo. Filosofía

Introducción

Para iniciar esta meditación me pondré en la tarea de ilustrar con un poco más de precisión lo que se entiende como contemporaneidad, a fin de que cada uno de los elementos aquí señalados sean comprendidos por quien se aproxime de forma espontánea a lo que en él me propongo señalar. Contemporaneidad se le denomina al periodo entre los primeros años del siglo XX hasta nuestros días. La causa de tal denominación se debe a que dicho tiempo es el heredero natural de los cambios de orden filosófico, político y tecnológico introducidos por la modernidad ilustrada que se inicia en el siglo XVI con el movimiento renacentista, y alcanza su clímax en la ilustración -con las corrientes independentistas que lograron la emancipación política de los países de occidente en el siglo XVIII, a la vez que dieron origen a la revolución industrial- que traería consigo la implementación del dominante sistema de mercado que transformó el modelo de producción e intercambio. Los cambios introducidos por la revolución industrial aportaron el campo de cultivo a lo que será la segunda parte del modelo de mercado, el que se caracteriza, no ya por la industrialización de los modos de producción, sino por la indagación científica y la revolución tecnológica, que busca hacer más ágiles, eficientes y económicas las prácticas productivas, dando origen a nuevos y más avanzados productos, derivados de la investigación exhaustiva y detallada en los laboratorios de las compañías que buscan expandirse y conquistar nuevos mercados. En éste panorama de búsqueda frenética por controlar mercados, de crear productos, de investigar nuevas fórmulas, que caracterizó los primeros años del siglo XX y que se puede evidenciar en todo el mundo occidental.

La sociedad de nuestro tiempo cayó en un olvido casi hipnótico del hombre y de sus necesidades; se desentendió del hombre como ser que piensa y siente -lo que denominarán los Nihilistas “el olvido del ser”. Dicho olvido será, según algunos analistas, una de las causas que posteriormente fundamentará la crisis de la ya mencionada contemporaneidad, de la cual podemos destacar aspectos tan concretos como la manipulación genética con fines comerciales, la creación de armas de destrucción masiva de tipo biológico y químico, la sobrestimación del modelo económico -de lo cual se derivan condiciones como el incremento de la pobreza-, la aparición del tráfico de armas, drogas y personas, por solo mencionar algunas. Además de las anteriores, no sobra recordar situaciones tan críticas como han sido la aparición de las hambrunas en el África, y el desempleo en América Latina, este último causante de un fenómeno más como es la migración. En fin, que son muchos los ejemplos que ponen de manifiesto la crítica situación social que atraviesa nuestro tiempo a pesar de ser la era de la tecnología y los avances científicos. Dichas condiciones se convirtieron en el terreno abonado para que las sociedades desesperadas al patentar los niveles tan complejos de deterioro buscaran nuevas alternativas espirituales que les condujeran por el camino del encuentro con un YO trascendental, desapegado de los principios del mercado y que les encaminara por la ruta de una experiencia mística, dando origen a la muy mentada “Nueva Era” la cual abrió espacio a toda clase de tradiciones religiosas o semireligiosas procedentes de todos los lugares de la geografía mundial con la oferta de ser un nuevo camino hacia el encuentro con el YO trascendente y desprendido.

El auge de la ya citada “Nueva Era” se dio sobre todo en la década de los noventa cuando por todos los medios de comunicación se adelantaban programas que difundían todo tipo de prácticas místicas o esotéricas con la afirmación de que en ellas se hallaba el camino a una vida mejor soportada en un conocimiento espiritual. Pero este esquema ha perdido fuerza paulatinamente durante el nuevo siglo, probablemente debido a que sus postulados se agotan en una oferta trascendental que no tiene ningún argumento racional que lo soporte, o también por carecer de una base teórica que permita que aquellos que se inician en ellas puedan seguir profundizando en el estudio de una doctrina lógica, clara y precisa que argumente de forma coherente todos los postulados difundidos por estas corrientes. Sea cual sea la causa, lo cierto es que en nuestro tiempo la sociedad sigue buscando una alternativa que le permita reconducir su interés de lo simplemente económico a una estancia espiritual capaz de fundamentar su sentido humano. En otros casos, hay algunos para quienes lo espiritual no ha sido la preocupación, sino que su mayor impulso se refiere a encontrar una estrategia que le permita un mayor dominio de sus emociones y de brindarle la fuerza suficiente para enfrentar el medio complejo y competitivo que ofrece el modelo de mercado sin alterar su estado anímico. En esta búsqueda constante en la que se encuentra nuestra sociedad, se ha venido retomando y rescatando algunas de las corrientes clásicas de la filosofía que de una u otra manera pregonaban una serie de enunciados de tipo espiritual o que se dirigían a fundamentar el modo de conducta ideal que cada hombre debería seguir con el fin de alcanzar el mayor y más ansiado bien: “la Felicidad”.

Dentro de estas corrientes Clásicas que regresan al panorama de nuestro tiempo se encuentra el Estoicismo, una escuela filosófica “fundada en Grecia por Zenón de Citio, Cleantes y Crisipo hacia el Siglo III a.c   y de la cual será su máximo representante un pensador español, procedente de Córdoba, llamado Lucio Anneo Séneca, quien ha sido señalado en nuestro tiempo como uno de los escritores y filósofos más importantes de la antigüedad.

El retorno del Estoicismo a nuestro tiempo se da fundamentalmente de la mano de una figura destacada dentro del panorama filosófico contemporáneo como lo es el filósofo francés Michel Foucault, quien en sus últimos años se dedicó a la lectura de la obra de Séneca en la cual buscó un refugio emocional que le ayudara a prepararse a la muerte después de que fuera diagnosticado VIH positivo. Desde entonces es cada vez mayor el número de pensadores que buscan indagar por el sentido que tiene la obra de Séneca, después de casi 2.000 años de historia, dentro de una sociedad tan compleja como la actual.

Por lo tanto y, sentados los antecedentes que motivan e impulsan esta disertación, nos dedicaremos ahora a presentar algunos de los elementos estoicos planteados por Séneca en sus obras, a la vez que mostraremos apartes de los comentarios y apreciaciones que sobre la obra de tan prolífero autor han hecho pensadores como el ya citado Michel Foucault, el también francés Paul Veyne, y la filósofa española Maria Zambrano entre otros.

Séneca: su vida y su muerte.

Cuento de tragedia.

Son muchos los escritores, artistas, científicos, políticos, filósofos, etc, que en el transcurso de la historia han dejado una huella indeleble, que han marcado modos de pensar, fijado estilos literarios, dieron vida a personajes memorables, forma a edificios gloriosos, conducido revoluciones y luchado campañas, en fin, que por una u otra causa se labraron un lugar en la memoria de la humanidad. Se puede decir que Séneca por su historia personal se ha ganado un sitial de honor dentro de este grupo de figuras que hemos mencionado. Tal lugar se le debe, no solo a su talento como escritor, ni a su habilidad como político, estadista y empresario, o a su maravilloso ingenio como filósofo: le corresponde por derecho propio, porque es uno de los pocos personajes históricos cuya vida y muerte bien pueden emular una de las más emocionantes tragedias clásicas, ya que su forma de vivir y su muerte están llenas de hechos que probablemente no se pueden señalar en otra figura de forma tan dramática como en él.

Nació en Córdoba, España, en el año 3 d.c, una región que para entonces era una retirada provincia del dominante imperio romano. Su padre Marco Anneo Séneca, era rector de una escuela de declamación, cargo muy reconocido para el momento; de él aprendería las primeras lecciones. Era el segundo de tres hermanos y desde muy pequeño se mostró sumamente sensible y proclive a las artes literarias y a la filosofía. De constitución delgada y fisonomía endeble, desde temprana edad fue víctima de toda clase de enfermedades que le acompañaron el resto de su vida como es el caso de una afección respiratoria (asma). A pesar de su condición delicada de salud, su talento motivó a su padre a enviarlo a Roma a casa de sus tíos, para que allí se formara en la carrera del foro (política) para lo cual se desempeñó en labores regulares, acción que era tenida por los romanos como de esclavo (empleado con un salario); así adelantó sus primeros años en la capital del imperio hasta que progresivamente pudo acceder al senado donde en sus primeros años y bajo el reinado de Calígula se destacó como gran orador, lo que inspiró la ira del Emperador, quien en alguna oportunidad y a causa de sus celos planeó darle muerte, de lo cual desistió persuadido por una de sus concubinas quien le disuadió diciéndole “que la tisis que le aquejaba se encargaría pronto de quitarlo de en medio”. Librado del acoso de Calígula, se retiró de la escena política para dedicarse a la filosofía, conociendo entonces el estoicismo el cual en adelante marcaría su modelo de vida y nunca abandonará, “renuncia a la buena mesa, a los vinos y a los perfumes y durante un año no se alimentará más que de vegetales”.

Su adopción del estoicismo lo conduce a instalar una academia para el estudio y la enseñanza de la filosofía. En este modo de vida se mostrará contrariado por su conducta regular de hombre público y reconocido, de estrecha amistad con quienes detentan el poder. Era dueño de las más grandiosas fincas de todas las provincias italianas, con unas actitudes paradojales encarnaba fielmente a un estoico austero y desprendido, en tanto que como empresario era talentoso y próspero, motivo por el cual fue siempre objeto de numerosas críticas y comentarios, pese a ello jamás dejó de reconocer su flaquezas y defectos, lo cual se refleja de forma nítida en la epístola XVII donde dice: “No digo estas cosas por mí, pues yo me encuentro en un profundo lugar de vicios, sino por aquel que tiene algo que hacer. Hablas de una manera y vives de otra”

De tal modo procede que se reintegra al senado bajo el reinado de Claudio, pero éste al igual que su predecesor lo hará presa de sus intrigas y habiéndose desvelado una conspiración en la que Séneca se veía implicado, determinó desterrarlo a la isla de Córcega durante siete años (la pena de destierro era para el periodo Greco Romano el peor castigo que se podía imponer a un ciudadano libre); esta condena no se cumplió de forma plena ya que Agripina, la esposa y sobrina de Claudio, intercede ante éste por el filósofo y lo hace traer de regreso a la capital para confiarle la educación de su hijo Nerón, quien fuera adoptado por Claudio y designado como heredero al trono por disposición del propio emperador.

Nerón, se educará bajo la tutela de Séneca, quien se esmera en hacer de él un príncipe prudente, sabio y clemente, muestra de ello es un texto que le escribe expresamente a él titulado “de Clementia” (sobre la clemencia) en el que le indica cuál ha de ser la forma en que debe de proceder un buen príncipe como gobernante. Su pupilo accederá al trono a la edad de trece años, razón por lo cual le es pedido a Séneca que junto con Burro asuman la regencia del imperio hasta la mayoría de edad del emperador, a este período que duró cinco años se le conoce como “los años del esplendor Neroniano”, las crónicas lo relatan como el tiempo de mayor prosperidad del imperio y de plena estabilidad política.

Una vez Nerón toma el poder, el filósofo retornará a sus actividades comerciales entre las que se destacaba su ejercicio como banquero amasando una fortuna calculada en aproximadamente “sesenta y dos millones de denarios”, lo que lo convertía en el hombre más rico del imperio para su época. Reconocido como amigo del emperador, en un tiempo donde dicha condición era un título que generaba un vínculo estrecho con el palacio imperial, Séneca se da cuenta del peligro que corre al ver la suerte que corren los amigos de Nerón, que una vez en el trono ha dado rienda suelta a su crueldad, de la cual no se salva ni siquiera su madre que muere asesinada por orden expresa del Emperador. Dicha actitud, provoca la gran decepción del filósofo (que se refleja de forma tácita en las epístolas morales) y le motiva a retirarse a su casa de campo, lejos de las intrigas palaciegas, para dedicarse a la meditación filosófica.

A este periodo corresponde la composición del epistolario entre un joven “neófito” Lucilio y Séneca, al que una vez recopilado, se le dará el nombre de “Epístolas Morales” y será reconocido como su obra cumbre.

De la suerte de los amigos del emperador no logra escaparse, y luego de ser involucrado por acusaciones clandestinas de participar en la llamada “conspiración de Pisón”, Séneca es obligado a causarse la muerte cortándose las venas.

La muerte

Este episodio de la vida de Séneca bien merece un capítulo literario, pues es casi imposible hallar una historia que iguale la tragedia de este suceso de la vida de nuestro autor. Luego de ser sentenciado a cortarse las venas, Séneca procede a dar cumplimiento a la sentencia, en compañía de su esposa Paulina, quien determina darse muerte con su esposo, de tal manera proceden a abrirse las arterias para de este modo desangrarse. Séneca, que por su vejez y mal estado de salud no contaba con buena circulación, vio tardarse demasiado este proceso, por lo cual pidió le fueran abiertas también las arterias de los muslos y las pantorrillas, y para que su esposa no fuera testigo de semejante suceso, les ordenó a sus secretarios le cambiaran de habitación. Nerón, quien sentía un profundo temor de que la muerte de Paulina inspirara mayor odio entre el pueblo, al señalarle culpable de tal acto de crueldad, ordenó le fuera impedido a ella seguir con el desangre, en tanto que Séneca quien contemplaba tardía la muerte, se vio obligado a pedirle a Estacio Anneo -a quien reconocía por su experiencia como médico- le proveyera un veneno que agilizara la muerte. Le fue entregada la porción y la bebió, pero no causó efecto, ya que su cuerpo medicado por sus problemas respiratorios de toda la vida no respondió a la acción del veneno. Acto seguido “se metió en un baño caliente, salpicando a los esclavos más cercanos, lo que hizo decir que aquella fue una libación que ofrecía a Júpiter liberador. Se hizo llevar después a una estufa de vapor (sauna) que acabó por asfixiarlo. Su cadáver fue quemado sin ninguna ceremonia, como lo había ordenado en cláusula expresa de su testamento en un tiempo en que ya rico e influyente había dispuesto sus últimas voluntades”

De esta manera, halló la muerte una de las figuras más prolíferas de la literatura, la política y la filosofía romana, en un episodio extenso en el cual se pueden destacar sin lugar a dudas que es “el único hombre en la historia que es obligado a suicidarse, y que dicho suicidio tenga que estar compuesto por tres métodos distintos, haciendo del mismo una escena digna de las tragedias clásicas griegas”.

El estoicismo como forma de vida.

Lo característico de las escuelas filosóficas morales, “como fueron llamadas las corrientes filosóficas del periodo romano”, es que más que simples escuelas de pensamiento eran un modo de vida, el cual debía adoptar todo aquel que se inscribiera en ellas. Como queda manifiesto en las siguientes citas: “Apruebo y me regocijo porque estudias con tenacidad y, dejando de lado todo, procuras una cosa solamente: hacerte mejor cada día; y no tan sólo te exhorto a que perseveres, sino que también te lo ruego” “Tú, medita y pon en práctica los principios que siempre te he aconsejado, teniendo presente que son elementos indispensables de una vida feliz” Esto con el fin de garantizar que todos sus integrantes alcanzaran el propósito por el cual se afiliaban a las mismas, además de ser una forma de distinguirse de las otras escuelas, y no solo de las otras escuelas sino lo que era aún más importante: de aquellos reprochables que llevaban vidas degeneradas o licenciosas como los amigos de los emperadores, tal y como lo reflejan algunos relatos históricos en los que se narra de forma gráfica y detallada, las clases de excesos que éstos protagonizaban en las fiestas y actividades palaciegas, muchas de las cuales son señaladas como grandes orgías o banquetes interminables, donde los comensales comían hasta saciarse, luego de lo cual se provocaban el vómito, y de esa forma hacían posible el seguir comiendo; actos que eran reprobados y sumamente criticados por los filósofos de las escuelas morales.

Conductas como las anteriormente citadas influyeron en el surgimiento de estas corrientes que en su mayoría invitaban a llevar vidas austeras y alejadas de los excesos. “Detenéos con recelo y con temor ante todo bien fortuito… Cualquiera de vosotros que quiera vivir una vida tranquila, evite todo lo más que pueda esos beneficios untados de indelicadez; y con ellos también nos engañamos en esto: creemos que los tenemos, quedamos adheridos y esclavos de ello”.

En esta vida sin excesos los filósofos trataban de iniciar un camino a lo denominaron como “el cuidado de sí” o “la práctica de sí”, como lo ilustrará Foucault en sus conferencias en el Collage de France, durante los años 1981 y 1982, las cuales fueron posteriormente recuperadas y publicadas bajo el título: “la Hermenéutica del Sujeto”, en las que señala: “En la práctica de sí cuyo desarrollo constatamos durante el periodo Helenístico, romano, al contrario, hay un aspecto formativo, que está esencialmente ligado a la preparación del individuo. Pero no una preparación para tal o cual forma de profesión o actividad social”. Ésta “práctica de sí” consiste fundamentalmente en buscar de forma permanente la manera de moderar la conducta, de desprenderse de las cosas y por consiguiente conformarse con aquello que es estrictamente necesario para la vida, no significando esto, que sea una actitud conformista; es sobre todo un modo de percibir el mundo, a fin de que el hombre desapegado de todo aquello que no es primordial se concentre en alcanzar lo que es en propiedad la felicidad plena, que no depende de la tenencia de nada, sino de mi voluntad para alcanzar la tranquilidad de ánimo, de esa forma lo demuestra la siguiente expresión de Séneca en las Epístolas Morales: “Trata más bien de conseguir en torno tuyo algún bien que ha de quedarse; mas no existe ninguno sino el que el alma encuentra en sí misma. Solamente la virtud proporciona un gozo perpetuo, seguro; incluso, si algún impedimento surge, pasa a modo de nubes que son llevadas por debajo y nunca vencen al día”.

Dejando con la anterior cita manifiesto que, para el estoico no es posible la tranquilidad sino a través de un ánimo sereno, y que éste solo se puede obtener cuando se desprende de las cosas que no son necesarias y que nos esclavizan en poseerlas, dejando bien señalada la ruta a tomar por aquel que esté dispuesto a hallar el mayor de los bienes, señalado desde el comienzo “La Felicidad”.

El estoicismo como propuesta filosófica

 Ya considerada la condición del estoicismo como modo de vida, nos detendremos a plantear su condición como propuesta filosófica, teniendo presente que sus principios han trascendido la historia a través de la concepción y adopción de varios filósofos, entre los cuales podemos destacar figuras como Baruk de Espinoza, y el ya mencionado Michel Foucault. Estos autores se aproximaron a la teoría estoica, a fin de beber de ella, como de una fuente todos sus contenidos, ricos en categorías y sumamente valiosos en postulados que, como señalábamos en el numeral anterior, están presentados con el propósito de hacerse más que una mera filosofía, para convertirse en un modo de vida. Entre las categorías o premisas estimadas por el estoicismo podemos destacar un gran número, ya que se dispuso a plantear conceptos sobre varios aspectos, pero para efectos prácticos me cifraré en dos fundamentalmente:

1.      La sabiduría.

2.      2. La virtud.

Planteados estos temas en la obra estoica, es preciso entenderlos como los ejes transversales de todo el escenario de dicha escuela. Se hacen transversales en la medida que a cada momento la invitación de los diferentes autores miembros de esta corriente, es considerar la importancia que tiene para el hombre comprender el sentido de la sabiduría y de la virtud, como la forma en que éstas pueden ser puestas en práctica para efectos de buscar la vida feliz, tal y como lo afirma Séneca en varios apartes de su texto: “Así, el sabio es maestro en el arte de dominar los males: el dolor, la pobreza, la infamia, la cárcel, el destierro, temibles en cualquier situación, cuando han llegado a su presencia, quedan mitigados”. Y al referirse a la virtud en la epístola 85 para refutar a Epicuro cuando éste cuestiona que la Felicidad pueda proporcionar la felicidad dice: “Por otra parte es absurdo decir que el hombre será feliz aún con sólo la virtud, pero que no será plenamente feliz. ¿Cómo pueda esto suceder? No lo comprendo. Porque la vida feliz encierra en sí un bien perfecto, insuperable; y, si lo posee tal, es perfectamente feliz”. A lo anterior, que refleja fielmente su criterio respecto a la virtud, sumará un comentario adicional en la epístola 92, que tiene como propósito demostrar la plenitud que dispone al hombre el regirse por la virtud: “La virtud no se acrecienta, luego tampoco la vida feliz, que procede de la virtud. En efecto la virtud es un bien tan grande que no es sensible a esas pequeñas incidencias como son la brevedad de la vida, el dolor y la diversidad de molestias corporales”. En estas expresiones tanto, como en el resto de su obra Séneca dará claros visos, de plantear una filosofía de argumentos sólidos, pero de fácil acceso y comprensión, orientados a moderar la conducta, a hacerse práctica, a conducir al hombre en el camino de la virtud para alcanzar la felicidad como estado absoluto, que a diferencia de Aristóteles no tolera justos medios, ni siquiera los concibe. De este modo el estoicismo establece nuevos derroteros para orientar la conducta humana, teniendo como inspiración “la búsqueda de la tranquilidad del alma”

La obra de Séneca

Al plantear un estudio de la obra de Séneca, y no solo un estudio rápido o somero sino la estimación de la misma como un modelo propuesto digno de ser considerado por las categorías que en él se plantean, creo que es conveniente presentar algunos de los elementos que me motivan a proponer dicha exégesis y que, de paso sea dicho, han movido nuestra investigación en este autor, quien a pesar de la diferencia histórica que lo separa de nuestro tiempo, plantea una serie de elementos que, aún hoy, cuentan con inmensa validez para efectos de entender la composición de la sociedad y el papel que cada sujeto debe jugar en ella, además de las conductas que debe observar cada sujeto a fin de moderar su proceder y encaminarse a la sabiduría que le lleve a la felicidad.

De la obra de Séneca, se puede decir que está compuesta fundamentalmente de tres momentos dispuestos de la siguiente forma:

un primer momento, en el que se dispone a reescribir varias de las tragedias clásicas griegas - Edipo rey, la Medea, entre otros-, de este periodo podemos destacar que se derivará la gran fama y reconocimiento que, como poeta y literato, ganaría no solo entre sus contemporáneos, sino a través de la historia que le sigue reconociendo dicho talento apoyado en estas producciones.

El segundo periodo de su obra, se caracteriza por estar dedicado a lo que se titularon “los diálogos”, acerca de los cuales Paul Veyne se referirá en su texto Séneca y el estoicismo afirmando: “Unos diálogos que no son verdadero diálogos y que se podrían titular “conversaciones sobre…”.  Estos están dedicados a seguir varios temas y su estructura tal y como lo señala Veyne, está a modo de conversaciones donde el autor desarrolla diversos temas, como las célebres Consolaciones a Polibio y Marcia, entre otras.

El tercer y último momento, será el de las Cartas a Lucilio, que es señalada por los diferentes intérpretes como su obra cumbre, tanto por la variedad de temas que en ella aborda, y el modo en que los desarrolla, como por ser la obra de su vejez, en la cual recogió todas las meditaciones de su edad madura y de sus experiencias tanto como político, como literato y empresario. De ellas, hará Veyne igualmente un comentario en el que expresa: “Las célebres Cartas a Lucilio, son la obra maestra de los últimos tres dramáticos años de su vida. Si se nos autoriza a hacer una sugerencia, ésta será, por varias razones, comenzar la lectura por estas cartas”.

Las obras de Séneca, cuentan con una característica que en la cita anterior, Paul Veyne presenta como uno de los elementos más significativos, y es la forma clara, y sencilla en que él escribe, haciendo muy fácil su lectura y comprensión, cualidad que es poco común en los textos filosóficos, y que, dicho sea de paso, es una de las razones por la cual considero posible que una persona que no sea filósofa, se pueda acercar a ella e iniciarse en la comprensión de algunos aspectos de esta disciplina, alcanzando una ruta segura y coherente para emprender dicho cometido. Al anterior comentario sumaré la afirmación de Paul Veyne, en la introducción a su texto en la cual afirma: “Pese a su claridad, Séneca debe ser tomado en serio como filósofo; ha pasado la época en que se le consideraba como un literato con un barniz de filósofo, cuyo estudio se dejaba a los especialistas en letras latinas. La claridad de su superficie deja percibir fundamentos conceptuales muy firmes, que son los del estoicismo griego en su versión auténtica. Séneca no fue un decadente, ni un vulgarizador, que se dirigiera al pretendido «espíritu práctico» de los romanos”.

El estoicismo en la contemporaneidad

Una vez presentados los elementos que considero necesarios para dar a conocer la doctrina propuesta, me dispondré a plantear los argumentos por los cuales sustento, la validez de la adopción de una teoría como la estoica, para la recomprensión de la contemporaneidad. Iniciaremos por señalar, que dada la dificultad del hombre de hoy por comprender el sentido de lo humano, de lo bueno, de lo justo, como categorías universales y positivas, es sumamente valioso apoyarse para efectos de establecer uno parámetros más objetivos y precisos de una propuesta que parte no de un criterio metafísico -en el que el hombre pierde relevancia en la tarea de asumir responsabilidades con su entorno y ésta se le delega a un dios omnipotente (que todo lo puede) y omnipresente (que está en todo lugar)- que tiene la tarea de garantizar el perfecto estado de todas las cosas, de las cuales, el hombre se beneficia pero de las que no es responsable. El estoicismo es en sí un modo sencillo de pensar el hombre, de entenderlo con relación a su contexto, dentro del cual se admite la importancia de vivir de acuerdo a la naturaleza, es decir desarrollar la vida desprendido de las cosas que no son necesarias y que terminan por esclavizar al hombre, facilitando de ese modo la construcción de una sociedad menos violenta, toda vez que la violencia tiene su punto de origen en la desigualdad y la falta de posibilidades de unos en relación con otros, de lo cual el estoicismo ya ha hecho una precisa meditación, dejando como resultado la comprensión de que para vivir bien basta con lo mínimo. “No sabes qué quieres; alabas el bien más que lo que practicas; ves en dónde reside la felicidad, pero no te atreves a llegar a ella. Más te diré qué es lo que te impide, porque tú mismo meditas poco. Crees que estos bienes que has de abandonar son grandes; y cuando te prometiste para ti aquella seguridad a la que tenías que pasar, te retiene el esplendor de esta vida de la que tienes que apartarte, como si hubieras de ir a caer en cosas horrendas y tinieblas”. Es además el estoicismo una respuesta alternativa para la construcción de una propuesta de valores humanos, para una sociedad laical que se ha distanciado cada vez más del modelo religioso que fijaba las conductas por medio de normas morales de obligatorio cumplimiento, y de carácter universal, en tanto que desde la postura estoica no es admisible un modelo de valores, sino surgen de la conciencia del hombre, es decir: es cada sujeto quien a partir de su comprensión del sentido de lo humano asume el reconocimiento de la dignidad del otro como una extensión de la dignidad propia, sin que le sea impuesta o sin que se determine una obligatoriedad en su observancia. Cabe destacar también la vida despreocupada y tranquila que el hombre estoico está invitado a llevar, toda vez que da todo aquello que lo entorna como natural, sin que le confunda la alteración de aquellas condiciones que no dependen de él, tales como la salud, o la muerte, sobre las cuales se afirma: “El mayor defecto de nuestra vida radica en que ella siempre está inacabada, que un día y otro reservamos alguna cosa para el futuro.

Aquel que todos los días sabe dar la última mano a su vida no siente la necesidad del tiempo, pues de esta necesidad surge el temor y el ansia del futuro que consume al espíritu. Nada más deplorable que la duda sobre cómo acabará cuanto nos sucede: nuestro espíritu, preocupado por saber cuán larga o cómo será la vida que nos resta, se atormenta con un terror inexplicable” De este modo nos muestra Séneca la forma en que se debe entender la muerte: como un fenómeno cotidiano, y por lo mismo dejar a un lado el temor que ésta nos produce.

Por último, resaltaremos que siendo común el interés que impulsa el obrar del hombre de hoy y al de la Roma antigua, que no es otro que alcanzar la felicidad, es válido poner a consideración del sujeto contemporáneo, una de las propuestas que a aquellos les sirvió como estrategia para conducirse a la misma, sin poner para ello en riesgo la tranquilidad del alma. Las anteriores, entre muchas más, que si las cifro todas no terminaría haciéndose un artículo sino todo un libro, son razones que puedo argüir y que me impulsan a considerar la viabilidad que tiene para efectos de volver a comprender en la contemporaneidad, una doctrina tan absolutamente sencilla, objetiva, práctica y coherente como lo es el estoicismo, el cual hemos abordado de la mano de una figura tan extraordinaria y elocuente como lo es Séneca. Referencias 1. VEYNE, Paul. Séneca y el estoicismo.

México : Fondo de Cultura Económica, 1995. p. 48. 2. SÉNECA, Lucio Anneo. Prologo. En : ________. Epístolas Morales. Barcelona : Editorial Juventud, 2000. P. 10. 3. SÉNECA, Lucio Anneo. Carta XVII En : ________. Epístolas Morales. Barcelona : Editorial Juventud, 2000. p. 11. 4. VEYNE, Paul. Séneca y el estoicismo. México : Fondo de Cultura Económica,1995. p. 183 5. SENECA, Lucio Anneo. Carta V. En : ________. Epístolas Morales. Barcelona : Editorial Juventud, 2000. 6. EPICURO. Carta a Meneceo, D.L.X. En : ________. Sobre la felicidad. Bogotá : Editorial Norma, 1999, p. 122. 7. SÉNECA, Lucio Anneo. Carta VIII. En : ________. Epístolas Morales. Barcelona : Editorial Juventud, 2000. 8. FOUCAUL, Michel. La hermenéutica del sujeto. México : Fondo de cultura económico, 2002, p. 104. 9. SÉNECA, Lucio Anneo. Carta XXVII. En : ________. Epístolas Morales. Barcelona : Editorial Juventud, 2000. 10. SÉNECA, Lucio Anneo. Carta LXXXV, Párrafo 41. En : ________. Epístolas Morales. Barcelona : Editorial Juventud, 2000. 11. SÉNECA, Lucio Anneo. Carta LXXXV, Párrafo 19. En : ________. Epístolas Morales. Barcelona : Editorial Juventud, 2000. 12. SÉNECA, Lucio Anneo. Epístola 92 párrafo 24. En : ________. Epístolas Morales. Barcelona : Editorial Juventud, 2000. 13. VEYNE, Paul. Séneca y el estoicismo. México : Fondo de cultura económico, 1995. p. 12. 14. SÉNECA, Lucio Anneo. Carta XXI, Párrafo 1. En : ________. Epístolas Morales. Barcelona : Editorial Juventud, 2000. 15. SÉNECA, Lucio Anneo. Epístola CI, Párrafo 8. En: ________. Epístolas Morales. Barcelona : Editorial Juventud, 2000.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario